martes, 12 de julio de 2011

El reencuentro con LA MUJER


“La maternidad te cambia la vida”, es algo que me dijeron una y otra vez antes de la llegada de mis hijos al mundo.

Me advirtieron mil veces de las responsabilidades que conllevaría la crianza de mis hij@s, de las “perdidas” que sufriría en cuanto a mi trabajo, mi vida social, y un sin fin de cuestiones tan y tan superficiales, insustanciales…

De lo que nadie me habló es de cómo la maternidad me reencontraría con la MUJER que durante mucho tiempo me empeñé en esconder detrás de esas ropas oscuras, anchas, ese pelo maltratado a base de tintes, cortes imposibles, hormonas encapsuladas que controlaban mis ciclos…

Si miro hacia atrás, no entiendo como todo este tiempo he odiado tanto a un cuerpo capaz de hacer algo tan perfecto como crear, cobijar, criar a los dos seres más bellos de este mundo (todas decimos lo mismo, soy consciente). Ahora doy gracias por mis caderas y mi vientre, ahora se que debían ser así, que estaban preparados a la espera de crear vida. Agradezco incluso su tamaño, que me permitió resguardar a mis hij@s dentro de MI hasta que estuvieron listos para salir al mundo, cosa con la que nadie contaba.

Doy gracias por mis pechos, a los que antes dedicaba alguna que otra mirada de desprecio, pues me parecían pequeños. ¿Pequeños para qué, para quién? Mis pechos han creado el néctar sagrado para criar a dos seres bellos, sanos y fuertes, me han proporcionado momentos de erotismo, de placer… ¿qué importancia tenía entonces el tamaño? Mis pechos son perfectos, cumplen al a perfección todas sus funciones.

Maltraté mis hormonas, mis ovarios, mi útero, mis ciclos… ahora que conozco mi cuerpo, que lo conecto con mi espíritu, con la naturaleza, la luna, las mareas, ahora comprendo que todo aquello por lo que pasé antes de mi embarazo fue algo que me hice a mi misma, producto de tanto desprecio hacia mi cuerpo, hacia la MUJER que soy.

Me ha costado cierto tiempo comprender todas estas cosas, sin duda he tenido la suerte de encontrarme por el camino con muchas mujeres hermosas, bellas y sabias que me han guiado en mi camino de una manera u otra. Sin mis comadres, el camino estaría aun por descubrir, tal vez…

Mi puerperio fue tortuoso, no podía mirarme en un espejo sin parar de llorar al ver las estrías y la cicatriz que conservo.
Ahora me desnudo y la contemplo, de manera consciente. Veo el mapa de MI VIDA grabada en mi tripa. Cada estría me recuerda como crecían esos bebés en mi interior, sus primeras patadas, la cabeza de Sara girando dentro de mi tripa, esos pies que se podían palpar a través de mi piel. Observo la cicatriz, detenidamente, y doy gracias al UNIVERSO por esa llegada mágica al mundo de Sara y Nadim, doy gracias a que todo pasó, todo salió bien, con nuestras complicaciones, pero todo fue bien. Ahora soy consciente de que si algún día decido volver a ser madre, lo seré según mis deseos, pues por el camino perdí mis miedos y gané la confianza en MI. Tal vez algún día la espina que está clavada en mi alma salga… todo está aun por decidir, por inventar, por intentar, por lograr.

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